lunes, 12 de septiembre de 2016

Epílogo a "El hereje: apuentes sobre John William Cooke", nuevo libro de Miguel Mazzeo


Cooke es el hecho maldito del “peronismo burgués”

 
Por Mariano Pacheco 


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...un hombre, hecho de todos los hombres y que vale lo que todos y lo que cualquiera de ellos”. Con estas bellas reflexiones Jean Paul Sartre finaliza esa suerte de autobiografía que tituló Las Palabras. Libro que leí y comenté en su momento con Miguel Mazzeo. Época en la que leímos, ambos, muchísimos libros del filósofo, narrador y dramaturgo francés (¿sería porque la editorial Losada había puesto gran parte de su obra en las mesas de saldo de las librerías de la calle Corrientes?). Recuerdo que una vez, alentando mis lecturas “existencialistas” de entonces, Mazzeo me dijo:
--El que fue un gran lector de Sartre fue John Willian Cooke.
Para entonces ya había leído Cooke de vuelta (el gran descartado de la historia), con ensayos de –entre otros-- Horacio González, Daniel Campione, Robertto Baschetti, Claudia Korol y el propio Mazzeo, y los “Textos traspapelados” de Cooke, que Miguel compiló y presentó, libros publicados -ambos- por La rosa blindada, en 1999 y 2000. También había leído -a instancia de Mazzeo- La rosa blindada: una pasión de los 60, libro cuya compilación y estudio introductorio estuvo a cargo de Néstor Kohan y en el que aparece publicado ese texto impresionante de “El Bebe”: “Bases para una política cultural revolucionaria”, donde repasa con maestría los Manuscritos Económico-filosóficos de 1844 de Karl Marx.
Si comento estas pequeñas anécdotas no es por regodeo narcisista, sino porque veo en el de Mazzeo un gesto setentista que, como una rareza de la época, no tiene que ver con la nostalgia sino con la actualización de las tareas de la intelectualidad revolucionaria, o al menos, de aquella que no niegue su intervención específica en el campo de batalla de la teoría (y por lo tanto de la praxis). Porque Mazzeo, contra los prestigismos académicos primero, y el estrellato mediático-progresista después, supo sostener -bastante en soledad, por cierto- una apuesta por intervenir en un campo bastante desprestigiado en su “ecosistema”. Marcados por un fuerte componente local y reivindicativo, los nuevos movimientos sociales estuvieron impregnados desde sus comienzos por el virus del anti-intelectualismo de los intelectuales pequeño-burgueses que contuvieron en su interior. Más cerca del legado de Marx (pero también del de John Willian Cooke, Carlos Olmedo y Mario Roberto Santucho), y toda la corriente comunista y libertaria, Mazzeo mantuvo de modo estoico su postura sobre la necesidad de construir y sostener un pensamiento crítico, asumiendo que la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual es la base sobre la que se edifica la asimetría política, social, económica y cultural del capitalismo, y retomando a sus impugnadores de tiempos pretéritos, asumió el desafío de no “festejar” los gestos populistas de quienes, en nombre de un pragmatismo sin sentido, buscaban no asumir los desafíos de romper ese destino de oralidad al que, en cada momento histórico, se pretende condenar a los proletarios del mundo.
No en vano en su libro Conjurar a Babel. La nueva generación intelectual argentina a diez años de la rebelión popular de 2001 (2012), plantea -entre otras cuestiones- que la nueva generación intelectual rechaza el “formato sencillo” de los “divulgadores”, que se precian de ser populares porque hablan “para que el pueblo entienda”. Lejos, de todos modos, del iluminismo intelectualista tan típico de las viejas izquierdas, lo que Mazzeo hace es romper la contundencia, buscando siempre que la función intelectual tenga como horizonte “achicar la brecha” pero porque son más quienes pueden asumir esas funciones, y no porque se las diluya. “Ocurre muchas veces que el ´formato sencillo´ no es más que el lenguaje de una escuela política innoble, el lenguaje del dominador, que como es de suponer, suele ser poco apto como despertador de conciencias”.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Cooke?, podrá preguntarse el lector de estas líneas. Poco, a simple vista, y mucho, si de lo que se trata es de apropiarse de un “legado Cooke”. Porque Mazzeo se formó, y aportó a la formación de nuevas camadas de “intelectuales orgánicos” no solo con libros y artículos (los que escribió y leyó, los que prestó y recomendó), con sus cursos de formación y “Cátedras libres” (a los que asistió y los que impartió), sino también con las conversaciones.
Guillermo Cieza (autor del prólogo del libro que tienen entre manos) y Jorge Pérez, a través de quienes le llegaron parte de las historias sobre Cooke, mencionados en la presentación de este libro, pero también las intensas y extensas mateadas que -sabe bien este cronista- Mazzeo sostuvo durante algunos años junto a Manuel Suárez, uno de esos militantes polimorfos ya entonces en vías de extinción. O con el propio José Luis Manghieri, a quien tuve el placer de conocer (gracias a Miguel), e incluso -indirectamente- trabajar con él, ya que uno de mis primeros “empleos” fue poner la “mesita” en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, no para una agrupación siendo estudiante, sino para “hacerme unos mangos”, siendo “piquetero”, vendiendo libros de La rosa blindada, a instancia de la triple solidaridad de Mazzeo, Manghieri y la Cátedra Libre de Derechos Humanos, donde estaba (y aún persiste) la para nosotros emblemática Graciela “Vicki” Daleo.
Si cuento estas breves anécdotas, insisto, no es por intimismo, ni por autoreferencialidad, sino para dar cuenta de un modo poco convencional de introducir a las nuevas generaciones a la vida intelectual, que Mazzeo de algún modo heredó -y resignificó- y supo luego retrasmitir hacia los más jóvenes, o sumar a los “nuevos” a ese tránsito junto con los “viejos”.
Retomando el libro, quisiera destacar el hecho de que Mazzeo, revisitando a Cooke, contribuye a volver a instalar en el imaginario de las militancias actuales cierta vocación -presente en el período de luchas anterior al de la “década larga”- de pensar en una política desde el llano, plebeya, de base, pero no por eso sin vocación de masas. Desde una izquierda nueva, o que se pretende tal, Mazzeo retoma -a veces sin pronunciarlo de este modo- el inmenso desafío de recrear un imaginario ligado a un nacionalismo popular-revolucionario, que no es más que otro modo de nombrar las apuestas socialistas de manera situada, sin dicotomizar los componentes de la “cuestión nacional” y el internacionalismo (par que incluye, en su seno, el Latinoamericanismo y el anti-colonialismo). Y qué duda cabe que “El Gordo” Cooke fue uno de sus máximos referentes.
Porque a pesar de toda la “vuelta del peronismo” de los últimos años, Cooke es un indigerible, aún para el propio peronismo oficial, que recientemente llegó hasta incorporar los nombres de Alicia Euguren y Juan José Hernández Arregui (ver “Declaración de Formosa” del Partido Justicialista, junio de 2016), pero no el del “Bebe”. Es que Cooke es el hecho maldito del peronismo burgués.
La reivindicación “nacional-popular” (“no populista”) que realiza Mazzeo de Cooke, y a través de él de un costado (el irreverente y con vocación revolucionaria, es decir, socialista) del peronismo, tiene clara coherencia con muchos de sus otros trabajos. No solo de los años dedicados al estudio de ese “tío Latinomaericano” que es José Carlos Mariátegui (recordemos que los formalistas rusos insistían en destacar que la transmisión intergeneracional no se producía de “padres a hijos” sino de “tíos a sobrinos”), a quien Mazzeo consagró lecturas y reflexiones que van desde su primer libro (Volver a Mariátegui, 1995) , hasta una de sus últimas publicaciones (El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su pensamiento, 2013), donde vuelve sobre sus retornos al Amauta, pasando por sus libros donde intentó contribuir a dotar de una “teoría revolucionaria” a determinadas experiencias de la “Corriente Autónoma” de los movimientos sociales de Argentina (o “Nueva Nueva Izquierda”, según él mismo la denominó). ¿No está claramente presente cierta “espíritu cookiano” en muchos de sus trabajos? Me refiero fundamentalmente a la saga ¿Qué (no) hacer? (2005) y El sueño de una cosa: introducción al poder popular (2007), o Poder popular y Nación. Notas sobre el Bicentenario de la Revolución de Mayo (2011).
La nación es un producto activo”, sostiene en el primero de los libros mencionados. Y agrega: “Nosotros consideramos que la nación puede ser (en realidad puede volver a ser) un espacio proyectado de la emancipación, el locus de una dialéctica de la emancipación”. Y agrega en El sueño de una cosa que el “sujeto popular” no es una entelequia, ni una abstracción ajena a contradicciones (léase: el pueblo en el que se “armonizan” los antagonismos de clase), sino una forma de designar “el fundamento que configura una ética d ella liberación, aquello que es sostén y propósito del proyecto emancipador, ese que, por lo general, a algunos nos gusta llamar socialista”.
Planteos que, por su temática, aparecen con mayor nitidez en el último de los libros citados. “La memoria de las antiguas luchas sirve si colabora con la apertura de un nuevo ciclo de la conciencia nacional, popular y revolucionaria; si ilumina la praxis de los que se proponen rediseñar la Nación, el Estado y la sociedad”, comenta a la hora de pensar esa dialéctica que jamás se detiene: la de la historia.
Una década antes, a propósito de El tiempo y sus mudanzas (última novela escrita por Manuel Suárez, publicada en 2004), Mazzeo escribe:
Manuel reacciona al diagnóstico pesimista. Está convencido de que el tiempo muda”.
Tal vez pensando en Cooke, después de leer estas herejías, uno pueda leer (o releer), el libro de Manuel, no el de Cortázar, sino el de Suárez, y meditar sobre su final:
En el patio, el sol es un recuerdo con promesa de retorno, la luna prosigue su balanceo en sus hojas alimonadas, el jazmín brilla salpicado de frescuras; un gallo sin horario saluda el crepúsculo. Hoy casi termina, mañana se anuncia”…
Hemos atravesado el desierto neoliberal con intensa creatividad. Hemos salido de la década neo-desarrollista un poco mareados, tal vez, pero con algunas certezas y unas cuantas convicciones. El crepúsculo de los ídolos se desvanece. ¿Se anuncia el mañana de una Nueva Nueva Nueva Izquierda? No lo sabemos, pero yuxtaponiendo imágenes podemos traer ante nosotros la del último Cooke, agonizante, mientras el destacamento de la guerrilla rural de las Fuerzas Armadas Peronistas se alista en Taco Ralo.
Las continuidades no son lineales y las derrotas no son solo derrotas, sino lo que hacemos con ellas. Lo mismo sucede con los grandes personajes del pasado. No son entes objetivos, sino imágenes sujetas a lo que hagamos con ellas. Sin lugar a dudas el aporte de Mazzeo respecto a Cooke -como ayer fue con Mariátegui- es un insumo insoslayable para las nuevas generaciones de intelectuales y militantes que no deseamos quedar atrapados bajo la sombra nostálgica de un supuesto “pasado glorioso”, sino que buscamos en aquellas palabras intempestivas del Gordo Cooke reactualizar el imaginario revolucionario que nos permita medirnos con la época… y dejarla atrás ante un nuevo amanecer.

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