lunes, 27 de septiembre de 2010

Contraviento y marea



A las 21.25 horas del viernes 17 de septiembre de 2010, cuando se abrieron las puertas del Anfiteatro del Bauen (hotel recuperado por sus trabajadores, ubicado en pleno centro porteño), los percusionistas de Contraviento (un grupo musical de la zona sur del Conurbano Bonaerense), entraron al lugar junto al público, como quien encabeza una movilización, dando inicio así a lo que cualquier crítico cultural se apresuraría a clasificar como un show.


Notas sobre Es-Cultura Popular

“Nosotros contra la democracia burguesa/contra/contra/contra la demagogia burguesa/ contra la pedagogía burguesa/ contra la academia burguesa/Contra/contra/contra…”
Raúl González Tuñón, Las brigadas de choque

“No a lo que comen, no a lo que leen, no a lo que tienen metido en la cabeza…”
David Viñas, Los dueños de la tierra

De la calle al escenario y viceversa. Tal la dinámica de Contraviento, el grupo de rock, folclore, murga, hip hop... integrado por Marcial en guitarra, quena y voz, Joaquín en bajo, Orlando, Aguja y Tito (ex violero de La bersuit vergarabat) en guitarras, Anita en teclado, Facundo en batería, Lautaro, Carlos y Juan en percusión y el trío de voces femeninas compuesto por Olga, Meme y Vanesa (al que se le suma el coro-rap de Arón).
Algunas veces, las canciones de su repertorio van de la sala de ensayo a las movilizaciones y pasan a ser coreadas como cánticos de protesta. Otras, esas consignas surgidas al calor de los neumáticos encendidos sobre el asfalto de las rutas, en las barricadas, fueron escuchadas luego –arreglos estilísticos mediante– en sus recitales. Porque si bien es cierto que Contraviento es una banda de música, también es cierto que se la pasan buscando tender puentes con otras disciplinas, mezclar la música con plástica, las artes visuales, la poesía... Una banda de música, sí, pero algo más que eso: “una banda de compañer@s”, como ell@s mismos se definieron alguna vez. Compañer@s en el sentido fuerte del término. Porque si hay algo que caracteriza a casi tod@s l@s integrantes de la banda, es el compartir. Y no sólo el juntarse para ensayar y tocar en los recitales (cuestión común en cualquier conjunto musical) sino también juntarse para compartir las actividades de militancia. Las que se convocan desde el Frente Popular Darío Santillán (que la mayoría del grupo integra) pero también, las organizadas por otras fuerzas políticas y culturales, donde suelen asistir sin andar dándole muchas vueltas al asunto.
Una banda… decíamos. Tal vez podamos hablar de los integrantes de Contraviento como los integrantes de una manada. Intensidad nómade. Puro movimiento.
Con la flauta de Dioniso. Si bien Marcial ya pasó los 50 años, parece que tuviera la mitad. Toca la guitarra, pero sobre todo, la quena. Ha participado en talleres barriales de murga y de plástica, aunque lo suyo siempre fue la música. Cuando comenzó con los talleres, los primeros que lo siguieron fueron sus sobrinos Camilo, Juan y Facundo. Tenían por entonces 4, 10 y 11 años. Fue a principios de 2001. Siempre con la quena, junto con su hermana Olga y su cuñado Orlando, fue adaptándose a su vuelta a Buenos Aires. Regreso que no le debe haber resultado nada fácil. No después de 18 años...
Instalado en San Clemente del Tuyú desde 1982 –luego de un breve paso por Brasil–Marcial trabajó de artesano, de alfarero, y por supuesto, de músico. Allí participó –junto con otros colegas– de la fundación de la Escuela de Bellas Artes de San Clemente y, más tarde, del primer colegio secundario con orientación en artes de la zona. Realizando talleres didácticos, enseñando las notas musicales a los niños, así fue parando la olla durante todos esos años. Si se fue de la gran ciudad escapando un poco de la locura del rock and roll del período de finales de la dictadura (según alguna vez me contó), ahora volvía para sumergirse nuevamente en la locura, pero esta vez de otro carácter: la de un Buenos Aires y un Conurbano desquiciados, sacudido por la insubordinación de los piquetes y el hastío que meses más tarde se expresaría con el ruido de las cacerolas. Desde entonces, Marcial -con su quena- pasó a ser un símbolo de un sector de luchador@s sociales de la Argentina: l@s de la Nueva Izquierda Autónoma.
Intermedios. “Queremos dejar testimonio/ que vivimos/ que somos/ que las luchas de nuestros pueblos hermanos/ no nos son ajenas/ y que integrados en abrazos sin mucha tecnología/ son nuestra poesía rústica”. Con este extracto de “Ante posibles distorsiones”, el poema del militante revolucionario Eduardo “Carlon” Pereyra Rossi, el presentador dio paso al escenario a Mari y Grillo, que se hicieron cargo del bloque titulado “Nuestra América”, en una semana cargada emotiva y simbólicamente por una serie de conmemoraciones: a un día de la masiva movilización por el aniversario 34 de La noche de los lápices; a 37 años del derrocamiento del presidente socialista Chileno y a 4 años de la desaparición (en democracia), de Jorge Julio López, testigo clave en los juicios contra los militares genocidas. Dos mujeres recitando, con una potencia estremecedora, dos poemas: “Tengo”, del cubano Nicolás Gullén y “Salvador Allende”, del compatriota Vicente Zito Lema. El otro bloque estuvo a cargo de Solana, Mechi y Angi, del grupo Que trama, que convidaron a los presentes con sus pasos de danza contemporánea.
Un piquete a la ignorancia. Con esa consigna, durante el verano de 2004, Contraviento impulsó una seguidilla de actividades en Matrix, un centro cultural ubicado en la zona de Constitución. “Las jornadas” fueron un foco de encuentro para escuchar música, ver videos y películas, montar ferias con los productos de los proyectos productivos autogestionados de los movimientos sociales. Encuentros para compartir, para continuar amasando un arte para el cambio social; un arte que, a su modo, también, funcione como el piquete de los movimientos, pero esta vez, alterando la circulación de símbolos. Así comenzó un poco el historial de este tipo de arte que comenzó a desarrollarse en los talleres de las barriadas y en el piquete, en la movilización.
Porque siempre que hubo acciones directas Contraviento estuvo ahí. Fueron parte de la recuperación de la Estación Avellaneda y su reapertura como Estación Darío y Maxi; de la conformación (en la misma estación), del proyecto de arte popular bautizado como Es-Cultura Popular, donde decenas de artistas han aportado sus obras a este bastión simbólico de los movimientos sociales. Fueron parte, asimismo, de las actividades organizadas en repudio por la masacre de Avellaneda: los 26 de cada mes en la Estación Darío y Maxi o en Puente Pueyrredón; en Lomas de Zamora, en 2005, cuando comenzó el juicio a Fanchioti y el resto de policías que ejecutaron los disparos con balas de plomo en la represión del 26 de junio de 2002, en la denominada Masacre de Avellaneda, donde fueron heridas más de 30 personas y en la cual asesinaron a Maximiliano Kosteki y a Darío Santillán. Fueron parte, también, del “acampe” organizado frente a los Tribunales y de la puesta en escena (allí mismo) de la obra teatral La pasión del piquetero, escrita por Vicente Zito Lema y dirigida por Coco Martínez, recientemente reeditada por la Editorial El Colectivo.
En las calles, en los lugares de enseñanza y en los barrios. Contraviento y marea, organizando actividades en el Comedor Popular “20 de diciembre”, del MTD-La Cañada, en Quilmes, o en el Instituto Nacional de Arte –IUNA–, donde impulsaron, junto con estudiantes del lugar, la autodenominada Es-Cultura popular, ¿Cátedra? (realizada en 2008 y 2009). Siendo parte de espacios culturales más amplios, como aquél que impulsó las murgas para las movilizaciones de los 24 de marzo: Los muertos de hambre, en 2006; La Vaca, Videla y el Pingüino, en 2007; y el Pulpopular, inaugurado en la marcha por la defensa de los recursos naturales y la soberanía alimentaria, en septiembre de 2007. O ese otro organizado por el Equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía, que desde 2005 viene realizando los Cabildos de juegos.
Acciones, todas éstas, que no impidieron que la banda se suba a escenarios a tocar. Hubo varios recitales en estos años, pero algunos de ellos han marcado ya la historia del grupo: en 2005, cuando tocaron en Quilmes junto con Arbolito, y en la puerta del Pale de Glace, cuando a través de León Ferrari, las obras plásticas realizadas con motivo de la masacre de Avellaneda pasaron de los espacios sociales y de lucha a los de la institución-museo. O esos otros realizados en el Centro social y cultural Olga Vázquez, en la ciudad de La Plata, o en el Predio recuperado Rocanegra, en Montechingolo (Lanús). También los realizados en la puerta de la ex Estación Avellaneda en distintas oportunidades (en 2008, por ejemplo, junto a Resistencia suburbana).
Por último, quisiera destacar que Contraviento inspiró el surgimiento de otras bandas de música que tratan de estrechar vínculos entre el arte, la lucha popular y la vida cotidiana: La huella en el sur del Conurbano; Cumpas del barrio en la Ciudad de Buenos Aires y Condenadas al éxito en la de La Plata, entre otras.
Contraviento y el Arte por el Cambio Social. Con este título, alguna vez escribimos con Miguel Mazzeo unos “Apuntes para un manifiesto”. Los apuntes quedaron en eso, pero la experiencia de arte por el cambio social no dejó de proliferar por aquí y por allá en estos años, en distintos lugares del país. Contraviento ha sido una más de estas experiencias. También, como se ha remarcado, una de las pioneras. Una experiencia surgida desde abajo, al calor de la lucha por mejorar las condiciones de vida de los de abajo y en los intentos por encontrar nuevos caminos de transformación radical de la sociedad (“Revolución, socialismo y revolución”, como cantan ellos).
Contraviento supo aportar esa alegría necesaria para enfrentar las pésimas condiciones de vida en la cual nos hemos visto sumergidos durante años y las dificultades que la lucha por cambiar esas situaciones nos han presentado. Artistas y militantes, varios de los integrantes de Contraviento viven hace décadas en la misma barriada.
Conocí a algunos de ellos en agosto de 1997, cuando se realizaron uno de los primeros cortes de ruta en el Conurbano Bonaerense. En el marco de un paro activo nacional, el cruce de Florencio Varela y el del Triángulo de Bernal fueron bloqueados. A pocas cuadras de “El Triángulo”, ahí nomás del cruce de las Avenidas Calchaquí y Zapiola (a menos de una hora de colectivo, si uno se toma –por ejemplo– el 148 en Plaza Constitución), se encuentra el barrio La Cañada, donde nació Contraviento y donde todavía ensayan. Frente a la sala de ensayos de Contraviento, en diagonal, se encuentra la Plazoleta 22 de agosto y, enfrente, un mural en homenaje a los desaparecidos del barrio. El barrio por donde andaba siempre Eduardo “Roña” Beckerman, el militante Montonero, referente de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), secuestrado y asesinado por las TRES A (La Alianza Anticomunista Argentina) el 22 de agosto de 1974, luego de que terminara una reunión preparatoria de las actividades conmemorativas por los dos años de la Masacre de Trelew (el fusilamiento de militantes de las principales organizaciones armadas luego de que algunos de sus pares lograran evadirse de la cárcel de Rawson). Plazoleta y mural que fueron fundados por algunos de los integrantes de Contraviento.
Contraviento, la banda musical con la cual hemos compartido tantas cosas juntos, durante todos estos años, tocó en el Bauen. Y grabó allí los primeros temas de su primer disco (CD, se dice ahora). Somos muchos los que esperamos la salida de ese disco. Para tener la música de Contraviento, ahora también, en nuestras casas. Para poder regalarla y que muchos otros conozcan a esa “banda de compañer@s” con la cual venimos intentando, colectivamente, destruir fetiches y gestar nuevos mitos. Mitos que continúen alimentando los procesos de resistencia y abriendo el camino hacia el cambio social.

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